
El reino de Oku
A espaldas del conocimiento mundano
en un lugar mítico de la memoria
se hallan los vestigios palaciegos del reino de Oku.
De no existir la sala San Ambrosio en las redes
diríase un reino fantasma,
el reino surgido de la inventiva de algún explorador
decimonónico y olvidado.
Máscaras y rituales, tronos y lechos nupciales,
el saludo y la cesión documentada del monarca
ya desaparecido de este mundo.
La búsqueda del misterio me lleva a Camerún,
pero las regalías monárquicas nos transportan a un reverso
en el que las sociedades secretas regulan la ley:
instrumentos musicales exóticos y arcaicos,
la música y la danza son la poderosa medicina
que cohesiona con sus ritmos el poder del fon.
Campanas, tambores de ranura, idiófonos y guimbaras,
ritmos litúrgicos para alcanzar el trance.
La exposición de trajes ceremoniales con máscara
nos transporta a un altiplano verde esmeralda
en el que las columnas talladas del palacio real
o de casas como la de la guerra
dan idea del poder teocrático de los gobernantes.
Tronos tallados con profusión de elementos mágicos,
idolillos fetiche para la divinización del fon supremo,
personaje excepcional, juez máximo, gestor territorial
símbolo de la fecundidad y de la prosperidad de su pueblo.
Toda esta magia está expuesta en el palacio colegial.
