Poema 206: Astarté

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Salí con un poema recién leído de la biblioteca. No había entendido nada, pero me había hecho vagar por varios caminos mentales. El poema de Ashbery tenía la virtud de provocar y encender inquietud. Solo eso. Salí a la plaza mojada por la lluvia. Ya no estaban los playeros colgados del enorme pino. Grandes árboles y el ruido único de coches chapoteando en los charcos. Me quedé parado. Echaba algo en falta o sabía que algo estaba pasando. Se había detenido el tiempo. No lo encontré. Aspiré el aire fresco de la noche y comencé a caminar sonriendo. Era afortunado por estar allí y haber podido leer ese poema abstruso. Y por haber sentido el suspense en un instante. ¿Qué era un hastial? Al poco descubrí lo que acechaba y no había visto, porque estaba oculta entre las nubes que viajaban a una velocidad de vértigo: Astarté, la luna llena. Luna de Nieve, brillantísima y siniestra entre las nubes. La vi sobre la silueta de la antigua iglesia de San Agustín, ya archivo municipal. También sobre la colosal Academia de Caballería. Parecía seguirme. No pude fotografiarla hasta llegar a casa.

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