
Aprendiz de poeta
Entonces, de repente, se abrieron los recuerdos
y accedí a mi vida pasada,
a quién era y cómo me comportaba,
al acomplejado y taciturno, siempre testigo,
narrador exagerado y fiel solo en la esencia:
aprendiz de poeta.
Los rostros han cambiado, pero no la voz,
la risa tras las palabras banales de él,
el tono profesoral de ella, tan Rotenmeyer,
ese orden de su universo en equilibrio dinámico.
Aprendí a canalizar y transformar,
a enriquecer cada una de mis experiencias,
a darle una voz precisa y elocuente y también épica
hasta que fui moderado por las safos del veintiuno.
Aprendo cada día y abro y cierro la puerta del recuerdo,
no siempre contento, no siempre satisfecho.
