Poema 407: Campana

Campana

Una campana rasga la noche y el amanecer;

me despierto aún inmerso en la partida de naipes,

cómputos, risa, amistad reencontrada, gin tonics,

el suave río subterráneo que continúa

más de treinta años después.

Los ladrillos perfectamente alineados

denotan solidez robusta,

el color cambiante según la humedad de los días.

Es tiempo de algunas conversaciones

siempre convergentes y no siempre banales.

La campana rememora aquel poema de Zorrilla

en el funeral celebérrimo de Larra,

–Ese vago rumor que rasga el viento…

Corretean los niños, llenan el espacio de vida;

teletransportado a otra edad

resuenan risas y los gritos inocentes.

Un palacio nos reúne en un corrillo erudito:

las impresiones sobre Roma en el siglo primero a.c.,

la victoria de Cayo Mario en Vercelas

y los estertores de la República.

Cortinajes, tapices, cuberterías, relojes dorados

son observados con detenimiento,

imaginamos la vida ampulosa de los monarcas.

Las campanas vuelven a indicar la hora

o el final de la vida de alguien en este pueblo,

mientras amasamos pan

y nos aplicamos a la tarea de sobrevivir.