En la carnicería

Caminando por el barrio popular,

los poros abiertos a cada estímulo:

tiendas, bares, inmigrantes múltiples,

nuevos negocios intercalados

entre el tejido transaccional de antaño.

Encontré en una carnicería

el anuncio de un queso ansiado,

pedí la vez a dos parroquianas parlanchinas,

que no dejaban de opinar en voz muy alta:

conservadurismo de género,

idealización de cualquier tiempo pasado,

el recuerdo inmaculado de su juventud.

Llegó un camarero jubilado y nostálgico

de aquellas peleas en la Plaza Mayor:

San Pedro contra Pajarillos,

los lecheros de la Rubia contra los de Delicias.

Ahora todos se recogen temprano–,

decía el hombre decaído y artrítico,

ya no hay diversiones como en otro tiempo–.

El carnicero daba continuidad a la charla,

un verdadero especialista conductor de tertulias,

sin opinión propia, subido a la corriente chifladora.

Salí de ese reducto del tiempo

a la luz multicultural del sol, ruido, chiquillos,

ropa tendida, mujeres musulmanas con velo,

una redada policial con muchos espectadores,

y la sensación de un trascendente cambio social.

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