
Espectáculo
El espectáculo turístico de filas de encapuchados
se repite cada año tras la primera luna llena de primavera,
la teatralidad del juego adopta un aire solemne:
obediencia y orden, disciplinas propias y ajenas,
espíritu gregario de la masa que desfila
y enseñoramiento de figurones que van y vienen.
Los capirotes entroncan con una inquisición extinta,
difuminan la individualidad en la masa,
marchan al son de cornetas y tambores.
La religiosidad de cada cofrade se integra en la congregación,
un intento ascético de llegar a un trance rítmico
al difuminar la conciencia individual en el conjunto.
El patrimonio iconográfico fue una inversión exitosa
proyectada en un futuro de siglos:
tallas impecables, colores, una escenografía trágica,
toda la crueldad humana enfocada en un mártir.
Varias proclamas, saetas, cánticos dispares
acompañan a los penitentes en su deambular,
discursos vanos, carentes de contenido real
párrafos virtuosos que una IA lograría en segundos,
alejados de la realidad mundanal sangrienta.
El conjunto escénico mueve la economía turística,
cientos de cámaras apuntan a cada virgen,
cada instante diferencial diurno o nocturno,
cada novedad intercalada para alimentar la llama
en un juego relumbrante de intensa exhibición.
