El día Pi

El día Pi pasó inadvertido

salvo para un grupo de frikis diletantes.

Las matemáticas no son tan importantes

en el desconocimiento general del mundo,

un ente incomprendido, lleno de símbolos

y de misterios indescifrables.

Alguien mostró una camiseta con un dibujo espiral

de múltiples e incontables cifras decimales;

otra persona propuso buscar su fecha de nacimiento

entre la secuencia infinita de guarismos.

¿Para qué sirve este número tan abierto?

¿Será solución de una ecuación con coeficientes enteros?

La luz brilló en los ojos del adolescente:

–Pi es la esencia de la circunferencia–, dijo,

como si fuera un pitagórico de hace veinte siglos.

–No es para cualquiera esa belleza–, observé,

ni las trabajadas fórmulas que aceleran su cálculo,

una construcción humana excelsa

para esta constante que parece permanecer

desde el origen explosivo de los tiempos.

La coincidencia con los idus de marzo

y las resonancias con el asesinato juliano

abrieron los ojos en la oscuridad algebraica

de cuantos lo escuchaban.

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