
Bruma y desaparición
La niebla lo envuelve todo
convierte los haces de luz en cónicas imágenes
deja el paisaje tan desolado como las conciencias.
Los sonidos se amplifican,
hay un cierto aire de ficción, de espadas
de absurdos figurativos e imaginados.
Las ciudades del Tenorio resurgen en invierno,
se elevan, se desdibujan y se ensanchan
son urbes de cómic, imaginadas y borradas,
lugares que existieron durante unos instantes
-Saga/fuga de J.B.-, conciencia colectiva,
edificios distorsionados y emboscadas posibles.
Resuenan potentes los zapatos contra el pavimento,
noches elongadas desde el temprano crepúsculo
hasta un amanecer doloroso igual de oscuro.
Ciudad gótica en estos días prenavideños,
formas embozadas y ruidos multiplicados,
nadie acecha, pero todo se esconde
y de repente han pasado cuarenta años.
Cuarenta años antes hubo otra ciudad,
otras callejas y otras tascas,
otros elegantes transeúntes con capa y sombrero.
Hoy la niebla es un anacronismo medieval
en la que las conciencias ordenadas se extravían,
y el fuego de los hogares, ya inexistente
es recordado en las múltiples pantallas personales.
