Vicios privados

Humedad, una bocanada de aire frío

me hace llorar;

la noche ha sido diferente allí:

unos pantalones abandonados junto a un fular

retorcidos, impregnados por la niebla.

El desorden y la suciedad en aquel callejón

a la salida del restaurante suizo de fondues

es impropio del país, de la ciudad.

La bruma y el frío no alcanzan a esconder

el producto desenfrenado de la juerga nocturna.

Una vez fijado en mi memoria

tampoco lo esconden la rápida actuación

de los servicios de limpieza.

Fachadas siempre impolutas.

Todo lo demás son vicios privados

en habitaciones sin persianas ni cortinas.

Trampas para el ojo, perversidad,

magnificencia para ocultar el desvío vital.

Lo que la ciudad esconde, no lo verás

si no eres capaz de trasponer el circuito turístico,

de leer el barrido posible del ansia humana.

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