
Fotografía
La contraluz de la puesta de sol
ilumina los rostros,
muestra la serenidad de la contemplación,
unos minutos de silencio voraces
la repetición milenaria de ese instante.
El mar rompe suavemente contra la arena,
durante un instante parece detenerse el sonido;
es de una regularidad rítmica desconcertante
aunque sepas de sus leves cambios por las mareas.
No estás solo, otros clanes semidesnudos
aguardan con paciencia la maravilla de la luz:
una hermosa joven se tumba sobre su amado,
unos niños corretean por la orilla,
algunos adultos disimulan la herida de la belleza.
Tratas de memorizar la escena en tus ojos,
fotografías aquí y allá, buscas planos y panorámicas,
despojas el paisaje de todo lo humano en el encuadre,
han llegado las gaviotas que se posan en la arena
y forman un círculo amenazante a tu alrededor.
No eres joven y has contemplado otros ocasos,
rememoras sin pausa algunas escenas,
los perfiles sobre los que se acostaba el sol,
tienes suerte de haber olvidado el dolor.
La geometría que dejan las olas en la arena
invade toda la fotografía del litoral,
esas formas suaves, derivables, fugadas
hacia la desembocadura del río frontera
producen éxtasis, olvido y una cierta felicidad.
