Despojos del mar

Ha llovido y la playa nudista está desierta,
el mar ha dejado sus despojos en la orilla:
una bota de fabricación irlandesa,
trozos de madera quemada, algas, hierba,
una pata de mesa de hierro oxidada.
El agua tiene un color que no invita al baño;
indeciso, permanezco sentado en la arena,
todo lo miro, el verdín de las rocas,
el cielo amenazante y plomizo,
la pareja de adolescentes que juguetea, cerveza en mano,
hasta desaparecer en las dunas.
Algunos bañistas han almacenado palos
en disposición cónica,
que invita a la hoguera en noche de luna llena;
aún no han podido mover el enorme tronco
varado en medio de la playa.
El mar copula con las rocas y las convierte en arena,
no hay gaviotas planeando,
quizás una solitaria se atreve a posarse en una roca,
otra vigila desde lo alto del acantilado,
el mar es una masa que la luna mueve a su antojo.
La playa veraniega es un ensueño turístico,
esconde plásticos, madera, botas y desperdicios;
las olas son un placer enorme para el baño,
apenas hay animales que puedan amenazarnos
en ese decorado que solo atisbas durante unas horas.
