A mis cincuenta y uno
A los casi cincuenta y uno,
mis ojos hoy son del color del mar,
la playa está atestada de cuerpos
desastrosos o cuidados hasta el extremo,
y las olas superan mi altura.
El placer de los sentidos es enorme:
ruido y furia de los embates marinos,
el viento suave que roza mis mejillas,
el olor del yodo y de la sal,
los colores y reflejos hasta más allá del castillo.
Mi lugar de observación es una clave,
la forma de centrar el hormiguero-playa,
el lugar que ocupo en este intervalo de tiempo
tan minúsculo, reptil-ave-sapiens,
orden y moda, antes de apocalipsis y nada.
A los casi cincuenta y uno repaso otras playas,
otros mares, algunas ensoñaciones superadas,
revisto mi memoria de placeres y dudas,
de fuerza y energía, de alguna extravagancia,
mi lugar en el mundo es el que tengo ahora.
Soy suma y detalle, soy emoción y burbuja,
constructor de versos, miradas y luces,
soy un tobogán de autoestima difícil de predecir,
permanezco inmóvil en momentos oscuros
para volar libre con la brisa marina favorable.
