Difuntos
Escucho el terrible testimonio
de su propia muerte,
-que esta vez no fue-
cucarachas y arácnidos
en la pared impoluta de la UVI,
el sonido de la tapa del ataúd,
el hombre lo cuenta con humor
y resignación impotente.
El recuerdo de las voces de los muertos,
me persigue más allá del cementerio,
voces sarcásticas o animosas,
la voz suficiente de los mayores,
el pitillo en la mano, que los fulminó,
las historias desgranadas entre risas,
sus ganas enormes de abrazar la vida.
Pedaleo con fuerza entre las flores,
me alejo de los difuntos,
mas los llevo conmigo en el magín:
uno porta a sus muertos con indiferencia,
conocedor de futuras lágrima internas,
de la lucha desigual de la creatividad
contra una muerte cierta y aplazada.
La ilusión de la savia joven,
el cíclico renacer de los campos,
el trampantojo de la fuerza muscular,
la pátina costante de olvido,
todo me insufla energía, risa,
Carpe Diem, voluntad de disfrute,
la maravilla aparente de la belleza.
