Contumacia crítica de niebla agazapada
o de una suerte de excremento
antes del solsticio, error, felicidad,
fealdad, una nación que destella noticias
navideñas o las envuelve en papel acharolado,
las novedades transcurren con la continuidad
idiota envolvente y engañosa.
La carrera por llegar al dinero se enturbia
caen palabras desgranadas en teléfonos desgastados,
malhumores, voces del averno, presión
ruido de automóviles, parafernalia obscena,
en una masa putrefacta de deformidad hiriente.
Individuos obcecados en malgastar el corto plazo,
ahora o nunca, ahora, golpe certero
fracaso de mañana, ignorante, escuálido
poseedor de la belleza efímera, turbio futuro
desdén ominoso, una canalla extenuante, el oficio
de cada cual, diestro conversor de perros en hienas.
El comprador compulsivo se mueve seguro
entre los pasillos y la parafernalia ruidosa
del centro comercial, un todo esquelético y brutal,
sucio allá donde no llega la vista común, ratas
estroboscopicas, luz horrenda, despilfarro energético.
En los suburbios urbanos se mezclan
jergones abandonados, la basura macilenta
de un picnic de comida rápida, coito de juventud,
indecente rastro de celulosa y látex,
azulejos teselados hasta el infinito en fractales
de filos plagados de bacterias inmundas.
Toda la corrupción posible, moneda infecta,
podredumbre política, fin injustificable
de medios mafiosos, dinero público a espuertas,
papas, reyes, presidentes, el catálogo de playmobil
al completo en perpetua sodomía
de gradación piramidal, ojo que todo lo ve
en la punta lúbrica de la cúspide.
















