
Navidad
Escucho retazos del violín de mi hija,
se abre la niebla y ha salido, tibio, el sol.
Lo que parecía un titubeo violinístico
es ahora una melodía continua.
Se han levantado llenos de energía,
tras pequeñas riñas, abrazos y movimientos
se han dirigido a sus instrumentos musicales
y han llenado la casa de notas,
de cálida alegría.
La frontera exterior se difumina lentamente,
dentro de unas horas nos integraremos
en una corriente más grande:
amplias tradiciones, el fuego de otro hogar,
cánticos, regalos y sorpresas,
las múltiples presencias reconfortantes.
Cada instante sigue siendo una maravilla
una suma de recuerdos, de burbujas
de múltiples hilos que convergen o divergen,
los logros del esfuerzo vital y los sacrificios.
Vuelvo a la melodía que se ha afinado,
a los golpes sordos en las teclas del piano silenciado
y por un instante no existe nada más en el mundo.
