Relatos sexuales en torno al vino
Lees “una copa de vino”
y es una satisfacción sexual;
escuchas las gotas de lluvia
y surge la voluptuosidad
imaginada en sinapsis deseantes.
Aquella luz o tales evocaciones,
el vapor de un baño caliente,
la soledad de dos seres encontrados
en una situación propicia
desatan los nudos del deseo.
Lees y lees y, verbigracia,
accedes al sancta-sanctorum
de otras conciencias disímiles,
a las fantasías lejanas
de escritoras fantásticas.
La posición inicial es la clave:
en esa imagen se condensa la acción,
la atmósfera en la que es posible
el encuentro o el fracaso,
o el relato de una cierta intimidad.
Una falta ortográfica en el climax,
un ritmo léxico desacoplado de la acción,
desbaratan toda la ingeniería sexual
imaginada o evocada;
el vino nada puede reparar entonces.
Tú has estado en cada relato,
te has involucrado entre las palabras
analizas y evalúas y crees o fantaseas
o descrees y fulminas,
eres el espíritu que combina con la escritura.
Destacas la denuncia cruda,
el erotismo de la sangre sobre el vino,
el ritmo evocador en la despedida vital,
la potencia suma del cansancio
llevado al extremo de la propia muerte.
