Camino de Praga
He vuelto y los árboles ya no son los mismos,
no recordaba el color de la tierra,
ni el olor de las plantas cuyo nombre ignoro,
he vuelto buscando lo que narraba el poema
y ya no hay rastro de la silueta del poeta.
Camino por las mismas calles,
con mi memoria en carne viva,
los sentidos afilados alerta,
escucho el eco de las risas y los billetes
sin valor aparente en aquella fiesta inconsciente.
En aquellos años la ciudad estaba casi vacía,
adoquines y agua, un brillo gris metalizado,
Bolzano en una placa apenas visible,
o la tragedia que había sucedido décadas antes
conformaban los rostros inexpresivos de la gente.
Un corifeo de borrachos en San Wenceslao
nos saludaba cada anochecer,
silentes bebedores en los escasos locales de comidas,
un decorado solo para nosotros, transeúntes en la noche
coronaba un palacio en luces mortecinas.
He vuelto caminando por un poema de amor,
por el homenaje de una poeta deslumbrada,
por la vela y el frío sobre el Valtva helado,
por el recuerdo de un hombre que come abstraído
con la mirada fija en una pared vacía.
Sigue el puente de hierro en idéntica espera
de aguas renovadas cada primavera,
no los amores y amigos que no perduran,
no la locura inexperta de quien todo abarca,
sí la lucidez aprehensiva de mi mirada.
