
Las Hijas de Felipe
Murmullos, expectación inteligente en la capilla
en la que los duques de Lerma orantes
–bronce dorado al fuego por Pomepeo Leoni–,
aguardan con ansia a las Hijas de Felipe.
Ana y Carmen, jóvenes maduras, comparecen
cual divas comunicadoras del Barroco,
sobrias frente el exceso escultórico elegido:
Luisa Roldán, imaginera sólida y eminente
en una época de discriminación femenina.
La erudición trabajada y las voces tan hermosas
penetran con intensidad en los oyentes:
dicción pura, elegancia en los tics fandom,
humor sutil ampliamente agradecido.
Los avatares vitales de la Roldana van calando
como una lluvia fina en la conciencia:
once partos, ascenso artístico hasta la corte,
el intento de elevación al papado con su nazareno.
El lenguaje de los gestos no se aprecia en los podcasts,
sí las magníficas inflexiones de voces inconfundibles,
tampoco la puesta en escena en la magnífica capilla,
ni la profesionalidad adquirida en el salseo barroco.
Hablan e hipnotizan a los presentes durante una hora
tan solo parcelada por las cortinillas musicales de Caliza.
La mañana desemboca en la visita escultórica a Luisa Roldán
expuesta por el Museo Nacional de Escultura en Pucela.
