Poema 183: Te hundes

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Te hundes en hemiciclos imaginados,

levantas pólvora tropical,

hay uvas que desatan nostalgia,

flores y semillas llegadas desde la infancia.

 

Hay nubes en el ocaso veraniego

que ya has fotografiado,

nudos en el cielo, en forma de globos aerostáticos.

 

Estás solo y lo disfrutas de forma inexplicable,

abres un libro y lees en voz alta

y las metáforas van liberando otros nudos

de tu mente pacata sometida a algunas normas.

 

Libertad para el uso del espacio,

el campo de juego se duplica, triplica, quintuplica.

 

Eres un ser ojival que apuntala techos invisibles

y deja pasar la luz.

 

Te hundes, pero tu experiencia te serena:

dormir y escuchar a Monteverdi,

un cierto aseo y la caricia del agua,

la tormenta en toda su belleza

apenas permanece unas decenas de miles de segundos.

 

Has educado la luz íntima

para que estimule tus neuronas creativas,

abres y cierras sinapsis de una forma no del todo aleatoria.

 

Ahí hay un poema sorpresivo,

elíptico y sanador de conciencias.

 

El cristal te atraviesa sin daño aparente,

solo cicatrices emocionales que a nadie preocupan.

 

No eres héroe, ni mártir. Sobrevives,

dejas tu pequeña huella en el paisaje lunar de tus genes:

ladrillo de Lego con forma extraña.

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