Poema 211: Hotel Kastro

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En el hotel Kastro viví unas semanas;

en aquellos días parecía estudiar

ecuaciones controlables con un parámetro,

mientras leía unas Flores de Cunqueiro.

 

Al atardecer musitaba frases en la soledad

de la fortaleza veneciana

acariciada por las olas.

Melancolía.

 

Aún no lo sabía pero aquellas palabras

eran poemas no escritos,

era el perfil rocoso de las montañas de Creta,

la luz del Mediterráneo

el peso solemne de la Historia en mi cráneo.

 

Vivía en un cuarto modesto con ducha,

frente a la habitación compartida

de mis amigas francesas:

Dominique, Florence, Pascale,

bellas y utópicas en su lengua natal.

 

El palacio de Knossos distaba una línea de bus,

la magia del trono,

los delfines en frescos, las salas en pie,

el minotauro poderoso de inusitada potencia

me hacían soñar con viajes futuros.

 

No he vuelto a la isla,

ni a la vida de aquellas chicas francesas

con las que no supe ligar;

el hotel me despidió en la salida del ferry

mientras la fortaleza refulgía por el sol.

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