Poema 253: Penetrar en la niebla

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Penetrar en la niebla por la mañana

es sumergirte en un mundo opaco y tal vez onírico,

dejarte seducir dulcemente por la voz de Ida Vitale

que recita sus versos coloridos y sonoros,

imaginar las tierras altas al fondo del valle,

recordar sombras de la Orestiada,

el ancestral temor a que se difuminase la caza.

 

Es el acceso a la atemporalidad, a las voces,

quizá susurros de la naturaleza superpuestos,

psicofonías, ritmos desconocidos ascendentes

para llegar a un trance sin sustancias psicotrópicas.

 

La niebla es un caos mental único y uniforme,

es la belleza de las siluetas fugaces,

de la velocidad engullida por la luz sepia,

una humedad tozuda que penetra en los huesos

y destroza el alma de las personas melancólicas.

 

Al penetrar en la niebla se deforman los pinos,

pasan a ser gigantes melenudos de miembros quebrados,

se atrasan los relojes por efecto del vértigo,

la irrealidad atrapa una a una las moléculas circundantes

y las reconstruye en un orden caótico.

 

Saldrás de allí reconvertido en dócil funcionario,

capaz de olvidar en pocos minutos la convicción poética,

la hermosura que te ha sido dado contemplar

en tu imaginación velada por la pátina brumosa

de un éxtasis que fue sueño o locura transitoria.

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