
Ruido visual
Acumulamos excesivas posesiones
tantas que podríamos reconstruir épocas enteras
más allá de nuestra memoria selectiva.
Melancolía, el análisis del tiempo pasado,
construcción e identidad,
el detalle nimio: esa tarde de la infancia
en la que construimos, soñamos y disfrutamos,
esa que querríamos evocar siempre.
Fotografías, vídeos, libros, papeles significantes,
la vida breve compuesta de miríadas de fragmentos,
una especie de zoom en la urgencia de la reforma
o de una mudanza o de un cambio estructural.
¿Cómo es posible ese rostro en esa instantánea?
¿Cuánto tiempo pasó desde ese cuento y esa risa?
Vértigo de estímulos,
de un esfuerzo descomunal educativo,
abundancia más allá de los apegos materiales,
ruido visual, mental, sonoro, holístico.
De los juguetes de la infancia transitas a los libros,
a las lecturas labradoras de muescas,
a las ilusiones de días y noches oníricas.
Las herencias y los lamentos llegan más tarde,
también el olvido y el objeto recuperado milagrosamente
que durante un instante te hace consciente de tu identidad.
En este hormiguear acumulativo tratamos de equilibrar
cuanto podemos abarcar, almacenar, organizar,
con una suma de recuerdos filtrados, idealizados,
elaboraciones poéticas esenciales para navegar
en tiempos de mares encrespados y hostiles.
Las rutinas y los rituales salvaguardan el resto.
