
Cuadro
He montado un cuadro:
una lámina de una obra de Magritte
que traje de Bruselas,
un marco grande que encontré en los chinos,
tacos, escarpias, dos agujeros en el muro maestro.
En la pared pintada destaca sin par,
dejaré un papel en la parte de atrás
que dirá: traído por mí de Bruselas
en un viaje familiar en tiempo de pandemia,
cinco de diciembre de dos mil veintiuno.
Luna, silueta, bola, la casa iluminada al fondo:
cabe un paisaje dentro y cabe un hogar
hacia el que ningún sendero te conduce.
El muro bajo quizás sea el pretil de un puente;
puede que el caballero esté valorando
arrojarse al río.
El hombre del sombrero abre un boquete,
posa el contrapeso en la baranda esquinada
quizás lo llevará en su bolsillo al lanzarse
o es el corazón que ahora late en la casa encendida.
Hiela bajo la luna menguante y las estrellas,
un infinito dentro del infinito,
la sombra de René es un boquete en el espacio,
su propia presencia reflejada en lo banal
simple y característico.
En torsión cuatridimensional el cerebro fuga
hacia las ventanas anaranjadas,
sortea sabinas y pinsapos
hasta llegar a un nuevo abismo
en el que la oscuridad fluye
silueteada de estrellas.
