Poema 211: Hotel Kastro

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En el hotel Kastro viví unas semanas;

en aquellos días parecía estudiar

ecuaciones controlables con un parámetro,

mientras leía unas Flores de Cunqueiro.

 

Al atardecer musitaba frases en la soledad

de la fortaleza veneciana

acariciada por las olas.

Melancolía.

 

Aún no lo sabía pero aquellas palabras

eran poemas no escritos,

era el perfil rocoso de las montañas de Creta,

la luz del Mediterráneo

el peso solemne de la Historia en mi cráneo.

 

Vivía en un cuarto modesto con ducha,

frente a la habitación compartida

de mis amigas francesas:

Dominique, Florence, Pascale,

bellas y utópicas en su lengua natal.

 

El palacio de Knossos distaba una línea de bus,

la magia del trono,

los delfines en frescos, las salas en pie,

el minotauro poderoso de inusitada potencia

me hacían soñar con viajes futuros.

 

No he vuelto a la isla,

ni a la vida de aquellas chicas francesas

con las que no supe ligar;

el hotel me despidió en la salida del ferry

mientras la fortaleza refulgía por el sol.

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Poema 43: Se me ocurren palabras

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Se me ocurren palabras: exoesqueleto, trastienda,

celo, tatuaje, indecisión. Compulsión y ejercicio

y de repente sueño. Dormir, no querer despertar,

vagar por los territorios de la calma, de la ausencia

de prisa, languidecer a la sombra de un pino

mientras decides. Otras palabras: prédica, verbo,

aliado, encumbrar. Una nada que cobra sentido

con los datos, con las novedades, una lista de temas,

los más seguidos, utilizados, etiquetados, una tiranía

de la tecnología, minutos sumados a minutos

que resultan horas y días, y el terreno de juego se reduce

se estrechan las bandas, el regate se vuelve difícil,

cuando sales de él, te esperan aún tres centrales

corpulentos, tríada, divinidad, un beso te despierta

te absorbe y hace que tus engranajes secretos

chirríen antes de funcionar, de emitir su voz neutra,

tinieblas, una alegría en la contemplación de la mañana

sentado en un banco: hormigas que trepan,

destacan sobre los pantalones blancos, un hueso

de cereza picoteado por un mirlo cae del cielo.

Más palabras: dignidad, heroico, hélice, tetraedro.

Datos, miles de datos, control, seguimiento, anonimato,

eres tú el definido, más real que tú mismo, más centro

de la diana consumidora, el capital te apunta, te roza,

te embarga, te alimenta para su alimento,

mas de forma colateral, hierros y vías, la belleza

del óxido se recorta contra el cielo azul de primavera,

días fértiles, crecientes, entorno del solsticio,

un vídeo anuncia la visión espasmódica de Plutón

y sus lunas dentro de un mes, el fin de la era espacial

el sistema solar observado superficialmente, color

valles, accidentes, ni un atisbo de vida como concepto

humano, rocas, materiales fundibles, estercoleros

siderales. Entonces uno vuelve a la lógica infinitesimal

de un entorno mínimo, flexible, lugar de búsqueda personal,

cada imperceptible movimiento observado, sometido

a indicadores, amplificado; uno es él y sus microbios,

el sistema bacteriano que le proporciona sustento,

la voz es un añadido necesario, un apéndice

el centro de gravedad de un sistema azaroso de movimientos,

cada cual definidor y creador de su ética, plástica,

adaptable a toda circunstancia, asidero y justificación,

masa crítica observada y al tiempo destruida:

el movimiento de trayectorias con alguna probabilidad.

Otras palabras: noche, cucaracha, consuetudinario,

fetiche. Un cuaderno en el que se repiten los temas,

circulares, concéntricos, a veces con leves aproximaciones,

todo el saber al alcance de la mano, inquietudes, voracidad,

una sensibilidad especial para captar una puesta de sol,

una luna mínima reflejo de las miradas humanas.

Soy escriba-esclavo de técnicas cinematográficas,

una veloz aproximación de la cámara, raíles,

la mirada atraviesa la superficie y halla un mundo

de linfocitos y defensas, una tupida red de glóbulos,

una masa resistente, sobre cuya piel se muestra

la belleza de la estructura interna o su declive irremediable.

Cientos de libros y entonces surgen ya definitivas,

voces, recuerdos, una azotea del hotel Castro en Heraklion,

el deseo cada vez que levanto la vista de las Flores

del año mil y pico, el perfil de una puesta de sol marítima

en tanto que me busco entre unas ruinas reconstruidas

de las que ignoro casi todo: imagino un minotauro y no sé

qué hago allí, en medio de tanta belleza sin poder amasarla,

informarla entre mis manos, sin palabras y sin ancestros poéticos.

Todo el camino es ya una ocurrencia de palabras,

la realidad aparente se conforma con descripciones y voces,

estados de ánimo, apoyos y entregas a veces torpes,

veleidades más tarde reconstruidas, errores y vergüenza,

mas siempre ascendiendo, firme e irreductible,

inmaculado perfil, dueño de cierta belleza, encumbrado

entre contradicciones y contrasentidos, mundos del revés,

la letra de una canción antigua en otro idioma,

subido en tu bicicleta morada rodeado de mies en sazón,

o el juego visual de los aspersores recortados sobre el sol poniente.

El candor juvenil, la inocencia de la madurez, cierta

crítica teórica: te encoges y te ensanchas, te haces invisible

o te elevas sobre el tumulto para pronunciar un concepto

ineludible, guiado, salvado, encumbrado, amansado,

pero sin sujeción, con toda la libertad preservada y aplaudida,

junio del quince, se me ocurren palabras.

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