El jilguero
El jilguero trina en lo alto del pruno.
Este año no hubo ciruelas apenas,
sus ramas apuntan despiadadas al cielo.
Yo planté el árbol hace muchos años,
con mi padre y mis hermanos,
cavando en el suelo de roca dura,
en el antiguo patio empedrado.
El jilguero atrae a otros jilgueros,
juegan, cantan, se persiguen,
todo es plasticidad, movimiento en ellos.
Mi hija sube al ciruelo,
sus ramas bajas son robustas y abiertas,
allí los niños ponen cojines y hacen sus juegos.
De niño cogí pájaros en mi mano,
eran pequeños y escurridizos,
temblaban, apenas carne entre el plumaje,
seres etéreos de canto agudo,
se comunican incansablemente,
insecto aquí, insecto allá,
color y vivacidad, dueños del silencio.
A intervalos regulares emiten su morse,
no descansan, lucen un instante,
desaparecen, vita brevis; al alba
saludan el nuevo día con alegría y desesperación,
condenados a vagar en estos oasis castellanos.
