La magia
La magia ha hecho su efecto:
todas las fauces han engullido la poción amarga,
fuerza de la colectividad, enardecimiento.
La quijada del coyote descarnada, danza
alrededor del fuego, salta sobre las ascuas:
miríadas de chispas invaden el pequeño firmamento.
Los tambores se han detenido un instante
los cánticos aún resuenan en mis tímpanos;
el sonido mozartiano de un móvil perturba el trance.
Todas las miradas convergen en el transgresor;
dos fornidos ayudantes levantan el cuerpo liviano
extraen el teléfono y siguen el protocolo establecido.
La maza gigante, trasunto de martillo ceremonial
destroza el aparato colocado sobre un tocón de pino
con un golpe seco y certero que excita a la masa.
Trabajo me va a costar mantener la integridad física
del impostor: cada cual porta sólo la piel ceremonial
el mínimo atuendo necesario para la sugestión animal.
Tras la danza, el cántico rítmico y la apoteosis,
hombres y mujeres se adentran en las tiendas cónicas;
aún subidos en mi nube, copularán de forma primigenia.
Soy el espíritu de todos, maestro de voluntades conjuntas,
en mi elección privilegiada encuentro unos ojos diferentes,
una fuerza sobresaliente o una voracidad desmesurada.

