Poema 515: Lugares propicios para leer

Lugares propicios para leer

A menudo me descubro evaluando lugares

en los que me apetecería sentarme a leer:

casas, terrazas, bancos debajo de un árbol,

un acantilado protegido del viento terrestre,

la rotonda cuidada de un centro comercial.

En la cima de una montaña eché en falta un libro,

también en el embarcadero flotante del río;

no lo hice sin embargo en el contrafuerte visigótico,

pero sí me habría gustado hacerlo en Los Zumacales.

El invierno me sorprendió con un poema,

helado frente a la pista de skate;

deseé entonces el fuego familiar de una chimenea,

las llamas crepitando en la cocina de mi madre,

aislarme en medio del bullicio bajo la escalera del desván.

Y sin embargo, en esa localización de exteriores

rara vez me detengo a leer,

si lo hago solo es la pose de un instante

incapaz de ahogar la llama del deseo de lo inalcanzable:

cuando estoy aquí quiero estar allí

y entonces mi imaginación se desborda

y vive vidas que en realidad no me corresponden.