
El puente
BRAN deitándose sobre o río
a cabeza nunha ribeira, os pés noutra,
dixo: Quén é o deus que seña a ponte!
E asi o pobo e o gando poideron pasar
dun país a outro.
Álvaro Cunqueiro. “Herba aquí ou acolá”
Los sauces llorones tienen que llorar,
si les podas las lágrimas, se secan.
Apoyado en el pretil del puente medieval
observo la crecida inusual del río Pisuerga.
Vibran las piedras por el golpeteo del agua
o por la necesidad estructural de esa tolerancia.
Recordé la predilección de Cunqueiro por los puentes,
la sensación de equilibrio al observar la corriente.
Puentes de madera, puentes colgantes, puentes levadizos,
un arroyo de montaña con un puente elevadísimo
o el solitario lugar de lectura anhelado
escuchando la cantarina voz de un riachuelo.
Siempre aconteció un puente en mi camino,
mas nunca sentí la vitalidad de la piedra,
el movimiento transferido al cuerpo
cual orgánico abrazo a un árbol.
El puente medieval recién restaurado
alberga un gran sauce muerto entre sus ojos,
la corriente agitada de aguas revueltas lo castiga
en un espectáculo decreciente y magnífico.
La estructura se ha fundido conmigo un instante
acomodando su esencia pétrea a mi carne:
quizás Bran al fin se transfiguró en puente.
