Fin de Curso

Tras la vorágine de las evaluaciones

aparece de repente un día con un cambio de ritmo,

horarios y rostros conocidos se alejan en la bruma

del dolce far niente.

Las voces de cada día se apagan,

algunas, no volverás a escucharlas;

también se apagan los paisajes llenos de pinos,

el barullo juvenil regulado por la música,

la afabilidad de algunos compañeros.

Las despedidas son heterogéneas:

a la francesa, con suma discreción,

emocionadas e intensas, no exentas de lágrimas,

fugaces o eternas.

Mucho trabajo conjunto, horas, problemas,

esa pequeña amistad del día a día

desaparecen en una neblina tragicómica

tras la que emerge el vacío vacacional

que no tarda en llenarse de aventuras.

Cada curso mide el paso del tiempo,

un descuento de experiencias, de fraternidades,

una cúspide de agotamiento,

el merecido descanso también cíclico e intenso.

En el río de la vida, nada volverá a ser idéntico,

quizás nada cambiará en la asunción personal

de nuevas ideas, personas, momentos,

y sin embargo ese instante último

 perseverará en el recuerdo,

en los episodios únicos de cada vida.

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