Ruinas 
Los días son vidas enteras en sí mismas,
podrías recorrer el mundo en tu ordenador,
visitar tal o cual museo, biografía,
imágenes, movimiento, luz, temperatura,
acaso el olor se te sustrae todavía.
El viaje aún no es viaje, es ilusión,
incertidumbre ante detalles técnicos,
imaginación, ropa, utensilios,
momentos inconexos sin continuidad:
se puede obviar la fatiga, el sueño, el despertar.
Asociarás o recordarás una puesta de sol,
o celebrarás el final de un camino en unas ruinas
antiquísimas, la magia de la Historia,
el encuentro para medir sus fuerzas
sepultados por siglos de supervivencia.
Pequeños tótems turísticos, museos,
atracciones y trampas para no iniciados,
esfuerzo por llegar a un lugar sagrado:
serás recibido por el calor real y el polvo,
por el barullo y el desorden y el hormigueo humano.
Y sin embargo la abstracción, un instante de duda,
visualizas un discóbolo en torsión, o una venus
gracias a escultores y coleccionistas,
eres un producto de tu cultura turística,
un consumidor de relatos limados y amplificados.
Rescatarás de tu olvido cientos de fotografías,
buscarás ángulos y enfoques, la luz,
sombras en las que detenerte a contemplar
el esplendor y la decadencia, las pasiones,
la futilidad de la victoria o de la derrota olímpicas.
