Mi amigo el arqueólogo
«Dedicado a mi amigo Federico-Rafael»

Mi amigo, el arqueólogo retirado,
ofrece en la niebla una silueta imponente.
Hemos salido a correr por la orilla del río,
parques, árboles, jardines, una pirámide truncada,
la fotografía magnífica del puente de tirantes.
Poso mi mirada sobre cualquier nimiedad,
con la idea de consolidar esa crisálida en un verso,
una berza de enero en un huerto municipal,
el rugido de un coche teledirigido en el circuito,
la curvatura de una pista de skate: una cicloide
tautocrona. Hoy apenas hay nadie en el half pipe.
La antigua fábrica de papel, es ya una ruina,
todo el metal ha sido arrancado, hay butrones,
escombros, fealdad. Me siento reconfortado
por su presencia silente, el recuerdo de lustros
corriendo juntos, amigo lector, discreto confidente.
El rumor del río ha sido reemplazado por el bullicio
de fornidos jugadores de rugby, masas de carne
musculadas capaces de placajes inimaginables.
El camino finaliza en el agotamiento físico,
un achaque, un dolor de rodilla, la sensación
de haber compartido la transformación misteriosa
de la niebla en dulce sol de invierno.

«…presencia silente…» «…lustros corriendo juntos…» Si, ese día los lustros de hicieron notar…
Un bello poema, si señor. ¡Gracias!!
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