En el cielo de mi infancia
En el cielo de mi infancia hay azul
el anaranjado de los ladrillos del colegio,
la tierra sobre la que jugamos a las chapas,
a las canicas, a las peonzas, geometría
dibujada en cuadros, astroides
cuyo nombre ignoramos, terrajas
limadas contra el cemento de las aceras.
En el cielo de mi infancia hay jolgorio,
la alegría de muchos niños corriendo,
agarrándose, rodando por el suelo,
un incipiente deseo por alguna niña,
pequeños instantes de soledad,
libros leídos y releídos y el humor
de los cómics, cambiados, intercambiados,
heredados, libélulas de libertad.
En el cielo de mi infancia hay miedos,
hay una oscuridad a un lado de la cama,
hay muertes no explicadas, ritos,
el luto oscuro sin televisión ni radio,
monstruos de la imaginación de un niño,
personajes de Julio Verne redivivos,
fémures desenterrados en el patio del colegio.
En el cielo de mi infancia hay tardes de sábado
de películas del oeste en blanco y negro,
émulos de sherifs y bandoleros en las cárcavas
de la cantera de un pueblo, muladar perfecto
de escondrijos y tesoros, amigos perdurables,
la familia intacta aún, inocencia y sol en el recuerdo.
En el cielo de mi infancia apenas llueve,
las bicicletas son nuestra libertad, carreras,
el sabor de la tierra tras una caída, un balón,
sudor agotados sobre las piedras con musgo
de una era inclinada, fútbol y más fútbol
sin obligaciones ni apenas responsabilidad.
En el cielo de mi infancia hay un orgullo secreto
una aceptación de la ética familiar,
hay palabras rescatadas de los libros,
hay cariño, pertenencia voluntaria, juegos,
risas y besos, el brillo en los ojos tras la tormenta.
