El día de la mirada poética
“Asesinado por el cielo”
Federico García Lorca Poeta en Nueva York
reconocí mi memoria prodigiosa.
Un verso sacado de una suma
de instantes robados a una escena,
detalles fuera del agua, pez,
una puerta de acceso a un fotograma,
una nota desgranada de una melodía,
la mirada miope sobre un desarrollo
algebraico de comprensión imposible.
Siempre hay un caballo, una iguana, una ciénaga;
imposible aquilatar cada metáfora,
cada pensamiento oculto tras el aparente dislate.
Esa voz que recorre la ciudad en crisis,
los escenarios menos humanos, fango,
ahogados, multitudes sin abrigo y sin trabajo.
Miro el amanecer como tiento el cuerpo amado,
fijo el instante, la delicia de la luz tamizada,
y hallo en el libro del genio la imagen indexada,
semilla, y planta fecunda, y retruécano inesperado.
El cuerpo tendido boca abajo,
se ofrece a mi mano generoso y saciado.
En una ventana se asoma la mujer de un cuadro,
Goya espera su visita en el Prado,
el humorista desvalido narra su viaje iniciático.
La Gran Belleza es parte de esta hermosura,
otro poema desgranado con voz profunda,
uno lee, e ignora el final de sus ondas.
No hay muerte en mi poema, ni monedas,
solo el flujo mental entre la prisa y los niños;
no hay viaje, ni mirada sorprendida,
más allá de la alegría de un bidón encendido
en la fría mañana castellana camino del trabajo.

